La primera vez con toga… formación en sala de futuros abogados.
Ahora que tengo todavía reciente el inicio del ejercicio profesional quisiera aprovechar para efectuar una propuesta que sirva para la mejora de la formación de las nuevas promociones de alumnos que cursan la carrera de Derecho (sobre todo para los que estén pensando en el ejercicio profesional): la formación práctica en Sala de los futuros abogados.
Seguramente, muchos otros profesionales en el ejercicio ya se lo hayan planteado en su momento, cuando ellos iniciaron “su andadura”. Resumiré, brevemente, el recorrido que varios de los abogados ejercientes hoy en día hemos realizado desde que iniciamos la carrera hasta que trabajamos como abogados. Expondré mi caso en particular, para evitar confusiones por las nuevas adaptaciones legislativas y en la educación que ha habido en los últimos años.
Aunque sea un pasado bastante reciente, la carrera de Derecho tenía una duración de cinco
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CyZ Abogados formación práctica jurídica
años para poder alcanzar la condición de licenciado. Normalmente, en el último año se solía realizar el “Practicum”, donde cada alumno, bien mediante la modalidad del Autopracticum o bien a través de otras posibilidades que la Universidad ofrecía, hacía prácticas, durante un período de tiempo. No necesariamente tenía que ser un despacho de abogados, podía realizarse en diferentes sitios: despacho de notarios, organismos o entidades públicas, Juzgados, etc. Posteriormente, realicé el Curso de la Escuela de Práctica Jurídica (hoy Curso de Acceso a la Profesión) en el Real e Ilustre Colegio de Abogados de Zaragoza impartido por profesionales del Derecho (abogados, procuradores, secretarios judiciales…), para formarme como abogada. Es evidente que aquí la formación era teórica y práctica, tanto en despachos de abogados como de procuradores, viendo casos reales y trabajando sobre las materias de manera activa.
Sin embargo, creo que se podría introducir algo nuevo: “la práctica en Sala”. Esos mismos casos que se preparaban y analizaban en la clase, donde se asignaban diferentes roles a los alumnos (parte demandante, demandada, peritos, etc.), ponerlos “en escena” en una Sala del Juzgado (simulando audiencias previas, celebración de juicios, práctica de declaraciones, etc). Es decir, habilitar alguna sala de los juzgados, en horario de tarde, cuando ya no se utiliza por los profesionales, casi al finalizar el curso, para “hacer real” lo que meses después, tras la colegiación se convierte en el ejercicio activo de la profesión. Incluso me atrevería a sugerir la posibilidad de firmar, por ejemplo, convenios de colaboración entre los diferentes Colegios de abogados y las Escuelas de jueces y fiscales, para que, entre todos, cooperando, consigamos la mejor formación posible. Lógicamente, esta propuesta parece más viable en las ciudades donde tienen lugar las prácticas de todos aquellos fiscales y jueces que han aprobado ya sus oposiciones, pero éstas también podrían extenderse a otras localidades.
Otro aspecto ahora controvertido (al menos respecto a su obligatoriedad) es la colegiación. Ese momento en el que uno se pone por primera vez la toga; ese día, tan especial, en el que uno se siente orgulloso de haber podido llegar a ese momento, en el que formalmente eres considerado como abogado, con tu número de colegiado y con todas las responsabilidades que desde ese instante se asumen, “prometiendo o jurando” para ello “acatar la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico”, y, por tanto, comprometiéndose a prestar esa asistencia letrada recogida en el artículo 24 de nuestra Constitución.
Tras “la toma de posesión” comienza un nuevo camino: lograr ser un buen profesional. Este reto no es sencillo porque depende de muchos factores, pero el esfuerzo y la constancia son algunos de los que no pueden faltar porque van unidos intrínsecamente a esta profesión.
Para ser un buen abogado, hay que dedicarle mucho tiempo a cada caso y estudiarlo como si fuera el único y el más importante, porque, llegado el momento de la audiencia previa o de la vista (o lo que procesalmente corresponda en cada momento), así se tendrá que demostrar. Y para ello resultaría tremendamente útil completar la formación previa con un “filtro” adicional, para el inicio en la profesión: la práctica en Sala como abogado ejerciente. Los abogados deberían poder subir al estrado, en la Sala, con otro abogado más veterano en el ejercicio para celebrar su primer juicio, al menos (o quizás en más ocasiones incluso durante su primer año de ejercicio). Seguramente en el futuro, la formación será diferente; pero creo, que a día de hoy, por la excesiva carga teórica de los estudios de la licenciatura (ahora el grado), se debería poder hacer ese ejercicio tutelado. Y todo ello, como siempre, con el objetivo de poder garantizar al justiciable que el derecho de defensa, constitucionalmente garantizado, sea real y efectivo, permitiendo que, al menos desde el punto de vista de la equiparación de los respectivos defensores, también se atienda el principio de igualdad ante la Ley.
Laura Zamora Lozano
Febrero 2014.